Autora: Belén Ramos
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud califica de manera oficial el brote del virus Covid-19 como una pandemia. Este anuncio fue el inicio de una cadena de decisiones tomadas a nivel mundial y local para detener el virus, exhortando así a la población a permanecer en casa. Ese día tuvieron que “mudarse” los asuntos públicos a lo privado del hogar; el trabajo, la educación, el entretenimiento, el cuidado de la salud, entre otros ámbitos de la vida pública. Es evidente que la cotidianidad de las personas ha sufrido varios estragos en este proceso, sin embargo, ¿qué significa esta prueba para la sociedad capitalista globalizada y para las instituciones que la constituyen?
Una de las instituciones que sostiene el capitalismo es el hogar. La desigualdad que viven las mujeres tiene una relación estrecha con su trabajo no asalariado en el hogar y su poco protagonismo en la vida pública. La aparición de la familia, que redefinió del papel de las mujeres como amas de casa y como las principales encargadas de la reproducción de la fuerza de trabajo dentro del capitalismo, reforzó aún más las brechas. Dicha degradación fue posible debido a circunstancias específicas y fuerzas sociales que lo promovieron. Debido a la pandemia y situación de confinamiento, la representación del mundo capitalista se traslada al hogar; un sobrevalorado y masculinizado accionar en lo público cohesiona con aquel subvalorado espacio que encierra lo doméstico, lo no remunerado. El hogar en tiempos de pandemia se convierte así en un campo de fuerzas, un observatorio de interacciones sociales a causa del confinamiento que refleja la sociedad en la que se fundamenta.
Estas reflexiones convocan a realizar una investigación más profunda sobre cómo el fenómeno de la pandemia difumina la línea divisoria entre el ámbito público y privado al trasladar lo considerado como público a un espacio doméstico, el hogar. Ante esta problemática, el presente ensayo tiene como objetivo explorar el impacto de la pandemia y el confinamiento en la institución del hogar y sus miembros, los significados que se construyen o deconstruyen sobre esta institución, pilar de la sociedad capitalista. Concretamente, ¿cómo incide la pandemia y el confinamiento en la resignificación del hogar en una sociedad capitalista? Esta reflexión se apoya en el análisis de datos recopilados con ayuda de métodos de investigación de corte cualitativo que buscan conocer a fondo las percepciones, sentires y emociones de personas en situación de confinamiento obligatorio. Para este fin se llevaron a cabo observaciones etnográficas realizadas en el entorno del hogar de la investigadora y entrevistas semiestructuradas a informantes que llevan la cuarentena en sus hogares.
Los resultados de esta investigación se presentan en tres partes. Apoyada en el análisis del trabajo doméstico no remunerado, en contraste con el uso del tiempo en el hogar, la primera parte analiza las (re)construcciones sociales alrededor de lo considerado “tareas domésticas” en época de pandemia. En la segunda parte se analiza la dimensión del hogar social que, producto del confinamiento, se convierte en un espacio de interacción y relacionamiento del género, analizado como una categoría de análisis, dentro de un microsistema capitalista provocado por el confinamiento. Finalmente, a manera de conclusiones, se propone que el confinamiento obligatorio provocado por la pandemia, al impactar en el hogar de una sociedad capitalista, influye en una resignificación de lo que es el hogar como institución social.
Trabajo doméstico no remunerado: uso del tiempo y del espacio en época de pandemia.
Cuando hablamos de trabajo doméstico, no hablamos de un empleo como cualquier otro, hablamos de un trabajo no remunerado, transformado en un rol o atributo “natural de la psique y personalidad femenina”, supuestamente proveniente de nuestro carácter. (Federici 2013) Esta condición no remunerada del trabajo doméstico va de la mano del desarrollo del sistema capitalista, cuyo sostenimiento depende de la aceptación de la mujer de este rol como una actividad que la hace sentir plena, “ama de casa” y evadir así el problema del salario denegado, del trabajo sin remuneración. (Federici 2013, 38)
Es así que, el trabajo doméstico no remunerado (TDNR) tiene lugar en varios debates, uno de ellos ha identificado la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres y el uso diferencial del tiempo como el “… fundamento de la subordinación económica, social y política de las mujeres, que requiere la voluntad política de los gobiernos para concretar cambios que apunten a lograr el desarrollo de capacidades, oportunidades y derechos para las mujeres”. (Arregui y Ferrari 2014, 6). Por ello, la importancia de valorar el trabajo doméstico no remunerado ha sido plasmada en instrumentos y acuerdos internacionales, siendo uno de ellos la Plataforma de Acción de Beijing que, en sus resoluciones y declaraciones, expresa en el párrafo 68, literal b lo siguiente:
Elaborar medios estadísticos apropiados para reconocer y hacer visible en toda su extensión el trabajo de la mujer y todas sus contribuciones a la economía nacional, incluso en el sector no remunerado y en el hogar, y examinar la relación entre el trabajo no remunerado de la mujer y la incidencia de la pobreza y la vulnerabilidad de las mujeres a ella. (Naciones Unidas 1996)
La división entre la esfera pública y la privada es el tipo de segregación más frecuente. El trabajo doméstico no remunerado y la crianza de los hijos, pertenece a lo privado, mientras que el trabajo productivo, es de carácter social, colectivo, mediante el cual se producen los bienes que constituyen la riqueza social, pertenece a lo público. El trabajo doméstico satisface necesidades cotidianas, como la alimentación, la higiene, la salud y el mantenimiento de la vivienda. (Batthyáni 2004) Paralelamente y de la mano del desarrollo del sistema capitalista, se perfeccionó la producción de una fuerza de trabajo no remunerada que sostiene el sistema y que forma parte de la acumulación originaria que permite la sostenibilidad del capitalismo. En este aspecto, Federici (2013) señalaba que:
De la misma manera que Dios creó a Eva para dar placer a Adán, el capital creó al ama de casa para servir al trabajador masculino, física, emocional y sexualmente; para criar a sus hijos, coser sus calcetines y remendar su ego cuando esté destruido a causa del trabajo y de las (solitarias) relaciones sociales que el capital le ha reservado. Es precisamente esta peculiar combinación de servicios físicos, emocionales y sexuales que conforman el rol de sirvienta que las amas de casa deben desempeñar para el capital lo que hace su trabajo tan pesado y al mismo tiempo tan invisible. (Federici 2013, 38)
No obstante, el trabajo doméstico es productivo y es fundamental para el sostenimiento del capital, constituyendo lo que Dalla Costa denomina “la fase oculta del capitalismo”. (Dalla Costa 2006, 60) Pero ¿qué es lo que el capitalismo oculta según la autora? Que no se ponga en evidencia que, el empresario, con un salario, contrata dos trabajadores: el obrero y el ama de casa. El trabajo de la mujer, al igual que el de su esposo se rige a ritmos y condiciones del contratante, con la diferencia que, el trabajo doméstico no tiene paga, ni horario, ni vacaciones, ni pensión. De esta problemática surge el rechazo a seguir prestándolo de manera gratuita o supuestamente “por amor” o por ser una característica feminizada. (Dalla Costa 2006)
Un ejemplo claro de este sostenimiento del capital o fase oculta se puede evidenciar durante la pandemia y el confinamiento. El virus y las medidas de restricción a raíz de la declaración de pandemia, transformaron el espacio público, trasladado temporalmente al hogar, espacio desde donde se ejerce un sinnúmero de versatilidades propias del trabajo a distancia. Sin embargo, las ventajas de conciliar la vida laboral con la familiar y el hogar, pronto se vieron afectadas por una nueva realidad a la inversa que afectó directamente a las mujeres. Su vida personal se vio invadida por la vida laboral, largas jornadas de teletrabajo, cuidado de niños/as, tareas escolares, etc.
[…] en verdad, es agotador… yo, a veces me siento con un estrés terrible, sobre todo por la niña, porque la han saturado de tareas y hay que mandar fotos, audios, videos… creo que nunca le han mandado tanta tarea como ahora… claro, yo entiendo que no están asistiendo a la escuela… pero para los padres, es fuerte. Sobre todo, para mí porque ya sabes que mi esposo no es tan apegado a la niña… en el sentido de hacer las tareas o estar pendiente de que cumpla ciertas normas y ciertos horarios… Tú sabes cómo son algunos hombres. Y bueno… la verdad es que yo estoy cansada… [suspiro] porque imagínate todas las responsabilidades…. (Informante 1 2020)
Es evidente en este extracto de entrevista de una mujer de 41 años, profesora y abogada que, el confinamiento agravó la situación del trabajo doméstico no remunerado. Las tareas aumentaron y el uso del tiempo de la informante demuestra que ella destina más horas para las tareas domésticas y de cuidados que su compañero sentimental hombre.
«Un día de mi vida en la cuarentena es más estresante que antes porque tengo que hacer más cosas en la casa, de la niña, de la familia y del trabajo, pendiente de la universidad todo el día…. En serio, la vida cambió…. cansa más ahora que antes… a nivel mental y físico… con todo lo que hay que hacer, además… que tú sabes que si uno no cumple con el trabajo hay repercusiones… y todo está tan delicado, que por cualquier cosa te pueden despedir… y ahora, también la familia, y su salud, depende aún más de uno… «(informante 1 2020)
La informante expresa su sentir sobre la vida en confinamiento, la cual considera “… más estresante que antes”, haciendo referencia directa a las tareas de cuidados, mantenimiento del hogar, el conservar su trabajo ante el riesgo de perderlo por los recortes de personal existentes debido a la crisis económica. La línea que divide la semana laboral del fin de semana y tiempo de descanso se borra. A esta realidad, donde las esferas pública y privada se fusionan, se suma la carga del trabajo doméstico anteriormente “alivianado” por parte de una trabajadora doméstica, quien solventaba las necesidades cotidianas, como la alimentación, la higiene, la salud y el mantenimiento de la vivienda[1].
Este tejido de fundamentos teóricos aquí expuestos, ponen en evidencia además lo que la economista feminista Amaia Pérez llama “la economía que no mueve dinero” visibilizando que las mujeres que no están en el mercado laboral, lejos de estar inactivas, están, por el contrario, muy presentes en la economía. (Pérez 2014, 46) Pero ¿cómo logramos incluir ambas economías? ¿La visible y la invisible? Visibilizando la situación en ambas esferas, en lo público, en la explotación de trabajo capitalista a través del trabajo asalariado y visibilizar, en lo privado, como la estructura del patriarcado opera en lo doméstico y como, entre ellas se entretejen con fuerza inclusive en época de confinamiento.
El hogar social capitalista y sus dimensiones de género.
Para la historiadora norteamericana Joan Scott el género como una categoría relacional, el objetivo no es entender la historia de las mujeres y su participación (o ausencia de ella) en las esferas económicas, políticas y sociales como un evento aislado. El objetivo de esta categoría es entender la conexión o relación entre las prácticas desiguales entre hombres y mujeres en la historia y en la actualidad. El análisis de género permite según Scott, develar las relaciones desiguales de poder, sus estructuras y constelaciones de manera dinámica. (Scott 1990)
Las entrevistas nos han permitido observar que nuestras informantes han estado en directo relacionamiento con el género opuesto durante la pandemia, compartiendo un mismo espacio, más no las mismas obligaciones del hogar.
[…] … si… pero eso es como hablar con una pared… él dice que tengo razón, pero las cosas siguen igual… eh… yo voy a ver qué va a pasar si un día me declaro en huelga… pero claro, eso yo no lo voy a hacer… porque se cae la casa… por ejemplo, si yo no cocino, nadie come… a veces él cocina… pero hace sánduches o cosas así… y no es lo mismo, bueno… tu sabes que si hay muchos esposos que cocinan, pero a mí no me tocó [suspiro] pero bueno… Ay no, dígame cuando hay que comprar comida… ahora hay que ser muy prudente, y bueno… en verdad, él llega y yo tengo que estar diciéndoles: no toques nada, lávate las manos, cámbiate (de ropa) y ya él se mete a bañar, y yo me quedo desinfectando todo y bueno… (Informante 1 2020)
En este aspecto, llama la atención la dimensión social del hogar que, producto del confinamiento, se convierte en un espacio de interacción y relacionamiento del género. La estructura patriarcal capitalista de la sociedad, insertada en el día a día del hogar, es un obstáculo ante la concesión total y permanente de los quehaceres domésticos y la liberación de la mujer en este sentido, ya que utiliza los mismos mecanismos de opresión a su favor.
Las labores domésticas, en esta época de confinamiento, al tratarse de un trabajo reproductivo, y no un trabajo productivo dependiente del Estado o de un empleador privado, hace que quienes están a cargo de estas tareas se encuentren extremadamente separadas, aisladas espacial, temporal e institucionalmente del mundo de la producción, y, por ende, de las diversas formas que tienen las y los trabajadores de organizarse por sus demandas. La observación etnográfica realizada en mi entorno familiar compuesto de mis padres develó cómo los roles de género se acentúan en una situación de confinamiento, así como la división sexual del trabajo y las actividades de cuidado que recaen sobre las mujeres pertenecientes al espacio observado.
El hogar en tiempos de pandemia se convierte así en un campo de fuerzas, un observatorio de interacciones sociales a causa del confinamiento que refleja la sociedad en la que se fundamenta.
Reflexiones finales
Este ensayo propuso explorar el impacto de la pandemia y el confinamiento en la institución del hogar y sus miembros, los significados que se construyen o deconstruyen sobre esta institución, pilar de la sociedad capitalista. Concretamente, ¿cómo incide la pandemia y el confinamiento en la resignificación del hogar en una sociedad capitalista Estas reflexiones permiten mirar cómo el fenómeno difumina la línea divisoria entre el ámbito público y privado al trasladar lo considerado como público a un espacio doméstico, el hogar. Sin embargo, la división sexual del trabajo se impone y se reproduce como un mandato divino en la sociedad, y como tal, se naturaliza. Romper con dicha estructura atenta contra el orden social establecido, ante lo cual se activan diversos mecanismos sociales que hacen que dicho orden se mantenga y hasta se vea fortalecido en una situación de confinamiento.
Por otro lado, mi posicionalidad dentro de la investigación pudo haber afectado el análisis realizado. Mi localización o punto de enunciación influye en el análisis, más allá de ver el método como la técnica que utilizamos para recopilar la información, que va generalmente desde la observación, la escucha o el estudio de fuentes documentales e históricas. El punto de vista es, por ejemplo, una vía, un procedimiento, por ende, un método a seguir para producir conocimiento. En esta investigación, el enfocarme en el hogar y la vida de las mujeres en época de pandemia como una vía para producir conocimiento, es también un ejemplo de localización y que debe ser tomado en consideración al momento de interpretar los resultados de la misma.
[1] La trabajadora doméstica en cuestión dejó de laborar durante el período de confinamiento por temor al contagio y medidas de aislamiento. Retornó a sus labores luego de 3 meses de confinamiento.
Referencias bibliográficas
Arregui, Rosario y Ferrari, Fernanda. (2014) “Las encuestas sobre uso del tiempo y trabajo no remunerado en América Latina y el Caribe: caminos recorridos y desafíos hacia el futuro” CEPAL. División de Asuntos de Género. Santiago de Chile
Batthyány, Karina. 2004. Cuidado infantil y trabajo: ¿un desafío exclusivamente femenino?; una mirada desde el género y la ciudadanía social. Montevideo: CINTERFOR.
Federici, Silvia. 2013. Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Traficantes de sueños.
Informante 1. 2020. Entrevista realizada por Mariam Baritto, llevada a cabo el día 7 de julio de 2020 vía zoom.
Informante 2. 2020. Entrevista realizada por Belén Ramos, llevada a cabo el día 8 de julio de 2020 vía zoom.
Informante 3. 2020. Entrevista realizada por Clarananda Barreira, llevada a cabo el día 25 de junio de 2020 vía zoom.
Naciones Unidas (1996) Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer Beijing. Disponible en: http://www.eclac.org/mujer/publicaciones/sinsigla/xml/3/6193/Plataforma.pdf
Perez Orozco, Amaia. (2014) De la sostenibilidad de la vida: crisis que (no) son. Subversión Feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes e sueños.
Scott, Joan. 1990. El Género: una categoría útil para el análisis histórico. En: Lamas Marta Compiladora. El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG, México